La Generalitat Valenciana ha declarado el año 2022, el año de Joan Fuster (1922-1992),
por ser el centenario de su nacimiento, y se ha encargado de promocionar su figura hasta la misma capital comunitaria. Allí está montada una exposición dedicada a su persona con el título: “Joan Fuster: 1922-2022. Un intelectual europeo”. Los ejecutivos de Cataluña y Baleares ya vinieron aquí el 4 de junio a rendir un homenaje a quien acuñó el término de “Países Catalanes”. Son muchos los gestos institucionales o académicos que se refieren directa o indirectamente a su persona, como el hecho de elegir el lema “Fent País” para celebrar los 30 años del Estatuto de Autonomía Valenciano, o escribir en los prospectos de Les Trobades 2022, de Escola Valenciana que: “L´escola que ens fa lliures és la de Joan Fuster…”.

¿En qué se basa la Generalitat para considerar a Joan Fuster merecedor de tantos honores? Su figura no es tan popular y los motivos argüidos para ensalzar su trayectoria
remiten a frases que en realidad no dicen nada en concreto. Casi suena a chiste el que un ex- falangista, sea elevado a la categoría de “intelectual europeo”, cuando su libro más emblemático Nosaltres els valencians demuestra a las claras que era profundamente racista. Planteó la catalanidad en términos de “realidad étnica”, lamentando que los valencianos sean el producto de un mestizaje. Pero reivindicarle equivale a sumarse a un proyecto político -el del independentismo catalán-, sin confesarlo abiertamente; una estrategia que se urdió antes
mismo que volviera la democracia en España.

En 1962, tres fueron los libros publicados por Fuster: Nosaltres els valencians, El País valenciano y Qüestió de noms. Todos destinados a transmitir el mismo mensaje: convencer a los valencianos de que no eran españoles sino catalanes, de ahí su frase: “llamarnos valencianos en definitiva es nuestra manera de llamarnos catalanes”. Se trataba de reactivar el proyecto pancatalanista y era ”preciso” que un valenciano defendiera la catalanidad de Valencia: su lengua, su cultura y hasta su pasado. Fuster era un viejo conocido de los círculos catalanistas y fueron dos catalanistas, Max Cahner y Ramón Bastardes -del entorno directo de Jordi Pujol-, quienes le encargaron escribir Nosaltres els valencians.

La característica principal de Fuster fue su desprecio total por la verdad, al reivindicar toda su vida esos inventados “Países Catalanes”, cuando él mismo había reconocido en 1950 que ese concepto jamás había existido. Escribiendo en La Nostra Revista dijo que: “Catalunya, la Gran Catalunya era un somni”. Se lamentaba de la poca implantación del pancatalanismo y
se dolía de que los catalanes no consideraban a los valencianos como catalanes. Por eso mintió reinventando el pasado de los valencianos -sin citar ni una sola referencia bibliográfica-, y con el agravante de sembrar el odio hacia España para mejor soldar el amor a Cataluña. Plantear su pregunta: “¿Qué somos los valencianos?” fue su manera sibilina de abrir la vía a una futura denominación hasta ahora absolutamente inexistente en Valencia llamando a este Reino, “País Valenciano”. Además dijo claramente en su libro Qüestió de nom, que la meta final era asimilar política, cultural y lingüísticamente Valencia al territorio catalán, y hasta prescindir del mismo nombre de Valencia.

 ¿Por qué una sociedad como la valenciana que tiene el privilegio de poder presumir de un pasado envidiable, como es ser la titular del primer Siglo de Oro en Europea, se dedica a ser la sombra y la colonia de una región que ni siquiera llegó a ser como ella un reino? ¿Por qué esa obsesión en querer ser catalana y dejar de ser española, cuando su condición de española siempre le garantizó conservar su originalidad, su cultura, su lengua -valenciana y no catalana- y sus glorias, mientras que su hipotética transformación en territorio catalán le privaría de todo ese patrimonio cultural y hasta de su nombre dos veces milenario? Es que los catalanistas benefician del apoyo de una izquierda que ha hecho suyo ese cuestionamiento sobre la legitimidad histórica de España; algo que no ocurre en ningún otro país. Por eso ha triunfado en Valencia una intelectualidad disfrazada de valencianista, que ha elegido la senda de la decadencia e insignificancia, por su contumaz vasallaje ideológico; está convencida de que convertir a Valencia en un “País Catalán”, es el proyecto más brillante para ofrecer a esta sociedad valenciana. Urge volver a la VERDAD.

Josefa Villanueva Espinosa, Doctorada en Filología Hispánica por la Universidad de Paris-
Nanterre. Autora del libro: El Nacionalismo Valenciano 1906-2006 (Ediciones de L´Oronella).